Como el árbol de otoño
Llevo mi frente sin nombre
No até mi cuello al yugo del tiempo
Dejé el vientre limpio
Para los lagartos
Que estiran sus cuerpos alrededor del mío
Me pregunto si estoy sola
No hay una espera más íntima
No existe el espacio infinito de tu recuerdo
O mi lamento
Como una liebre huérfana
Hay una insinuación entre los párpados
De huir hacia la luz
Hacer más leve el roce de la culpa
Son las manos del invierno entre los muslos
No hay un solo recuerdo sin rechinar los dientes
La cabeza inclinada para esperar el santo azote
Esa era la misa de los días
La misericordia de la carne
amar la carne
Besarnos el cuerpo
limpio de ropas
Desatar un infierno en el silencio del goce
No hubo nunca fuego más suave y tibio
Casi un hielo entre la lengua y la esperanza de la memoria
Pero debajo del cuerpo que cae y hiere
siempre hay una huella
La marca del peso
La resistencia de la piel que se estira
Como un cordero sin sol me ofrecí para el sacrificio
Besando mi cuello hundieron las uñas
Hasta donde la sangre rabiosa se libra de las venas
Y me dormí en el mármol frío
Donde las luces nuevas señalan el fin de la tarde